lunes, 29 de octubre de 2012

Budapest, el oxímoron perfecto (parte I)

 
Si hay una capital europea que causa emociones enfrentadas, esa es, con el permiso de Lisboa, la ciudad de Budapest. Nadie queda indiferente ante la que fuera la segunda ciudad más importante del Imperio Austrohúngaro. Ocurre que donde algunos sólo ven decadencia u oscuridad, otros encuentran belleza y luz. Donde algunos observan decrepitud, otros se asombran por su hermosura. Y ocurre a veces, como es mí caso, que la conjunción de todas esas características se torna en una combinación cautivadora e hipnotizante que me tiene atrapado desde hace un tiempo.
 
Bella decadencia, hermosa decrepitud, luminosa oscuridad… Budapest es sin duda la representación física del oxímoron perfecto.
 
Si la memoria no me falla, son ya diez las veces que he visitado la capital de Hungría, miembro del listado de ciudades Patrimonio de la Humanidad, y me apetecía desde hace tiempo hablar de sus encantos, siempre desde un punto de vista muy personal que podría describir como la mezcla de la visión del turista habitual con aquella del que comparte con esta ciudad un pedacito – grande- de corazón.
 
Lo que figura a continuación son 10 propuestas sobre cosas que ver y que hacer si alguno de vosotros se anima a viajar a Budapest, acompañadas por las fotos que he tomado en cada uno de mis viajes a esta maravillosa ciudad. Algunas de mis recomendaciones no son nada originales, y las podréis encontrar en cualquier guía turística de la capital magiar. Sin embargo, he querido incluir otras proposiciones un tanto alternativas y poco habituales que con seguridad no figuran en las guías, y que sin embargo desde mi humilde prisma merecen la pena igual o más que el resto de propuestas.
 
Una ciudad de casi dos millones de habitantes tiene muchísimo que ver, así que no me cabe la menor duda que me voy a dejar en el tintero con toda seguridad docenas de joyas que por espacio, más que por desconocimiento, no puedo añadir. Imagino que lo mismo les ocurre a esos editores de las guías top 10, o similares, a la hora de recopilar esas listas. Y es que para gustos se hicieron los colores…
 
Pues – en un orden no necesariamente de importancia o interés - vamos allá con esa lista.
 
1 - Los patios interiores de los edificios en Pest.
 
Budapest es una ciudad arquitectónicamente grandiosa. Para los que no conozcan la ciudad, ésta se encuentra dividida por el Danubio. A uno de los lados, se encuentra la parte más antigua y noble, Buda, con su vieja ciudadela y su castillo, y al otro lado, la parte “nueva”, Pest, con su imponente parlamento y llena de enormes avenidas y de viejos edificios fastuosos, herencia de tiempos mejores, que nada tienen que envidiar a los que puede haber en Viena, París, etc… Cada uno de estos edificios es un mundo aparte. Tras sus fachadas desconchadas y en algunos casos aspecto desolador, se encuentran a veces auténticos tesoros…
 
Sin duda, colarme en los patios interiores de estos enormes edificios de Pest es uno de mis pasatiempos favoritos. En el momento que veo un portal abierto, no puedo evitar entrar cual ladrón sigiloso cuyo objetivo no es llevarse nada sino contemplar la mella que el paso del tiempo ha dejado en esos viejos pero fascinantes interiores, e imaginar fácilmente cómo debieron ser en su momento de máximo esplendor. Si también sentís fascinación por esa mezcla de contrastes descrita al principio de este post, no dejéis de entrar a la primera oportunidad que encontréis. Altamente recomendable, de verdad.
 
 
 
 
 
 
 
2 – El Gran Mercado Central
 
Cuando queremos conocer cómo viven los habitantes de una ciudad y pretendemos adentrarnos un poco más en su rutina diaria y empaparnos de su cultura, no hay nada mejor que acudir a los viejos y tradicionales mercados. Allí podemos observar a los paisanos de toda la vida, los que han acudido desde niños y lo siguen haciendo hasta la vejez. Me ocurre incluso en mi ciudad, donde no dejo de sorprenderme cada vez que acudo al viejo Mercado del Val para enseñarlo a los amigos foráneos que nos visitan, y es que en ningún lugar como en estos viejos mercados se respira la tradición y el modo de vida – cada vez más en peligro de extinción - de los habitantes de una ciudad. Reconozco que siento una desmedida pasión por estos lugares.
 
En Budapest, el Gran Mercado Central (Központi Vásárcsarrok) está situado en un emblemático edificio de más de 100 años junto al Danubio, y casi al lado del Puente de la Libertad (Szabadság Hid), por lo que no tendréis problema en localizarlo. Os aconsejo deteneros en cada uno de sus puestos, ver sus frutas, sus verduras, deleitaros con sus especias… Incluso descansar algunos minutos en los pasillos laterales de su primera planta a observar el movimiento del gentío de los locales mezclados con los turistas, sentados en un taburete de alguno de los diminutos bares que allí se encuentran. Ya os adelanto que la comida húngara no es demasiado diferente de la española, sobre todo cuando hablamos de guisos, donde la forma de cocinar es muy similar, a excepción de un mayor uso del “paprika” omnipresente en prácticamente todas sus especialidades. También visitando este mercado podréis comprobar por vosotros mismos que en lo que respecta a quesos y embutidos, ambos son de exquisita calidad y no tienen nada que envidiar a los nuestros, a excepción de nuestro jamón ibérico, evidentemente sin parangón en el mundo.
 
 
 
 

 
 
3 – La Isla Margarita
 
Si tengo que elegir un lugar por donde pasear en Budapest durante los meses de primavera y verano, ese lugar sin duda es la Isla Margarita. Esta singular isla en el medio del Danubio tiene una longitud de casi tres kilómetros, a lo largo de la cual se suceden parques, praderas, zonas deportivas e incluso de ocio con bares y terrazas donde permanecer hasta bien entrada la noche. En los meses más calurosos (Budapest no tiene nada que envidiar a España en cuanto a calor en verano), la Isla Margarita se convierte en una fiesta de colores, de juegos, de gente haciendo deporte. Su pradera central me recuerda enormemente, aunque en menor magnitud, a la de Central Park. El acceso con vehículos está prohibido salvo los autobuses que te dejan en el comienzo de la isla, así que prepárate a disfrutar de un agradable paseo en un entorno de plena naturaleza.
 
Las fotos, tomadas en verano y también en pleno invierno (éstas las reconoceréis rápido), dan buena muestra de todo lo que os cuento. Si andar no es lo vuestro, también existe la posibilidad de alquilar esos “carricoches” a pedales para dos e incluso cuatro personas, que además de evitaros las caminatas, os permitirá dar rienda suelta a vuestro instinto de Carlos Sainz o Fernando Alonso. Eso sí, a base de pedalear y pedalear…
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Y el resto de la lista... dentro de dos semanas. Mientras tanto, sed felices.
 
Besos y abrazos.
 


lunes, 15 de octubre de 2012

El secreto de los pequeños detalles

 
 
“EL QUE FIJARE SU MIRADA EN LOS PEQUEÑOS DETALLES SERÁ CAPAZ DE COMPRENDER LA INMENSIDAD DE LAS COSAS”. Eusebio Leal Spengler.
 
 
Desde que me aficioné al mundo de la fotografía, y siendo honesto conmigo mismo, he de reconocer que no he profundizado demasiado en este arte, y en este caso no es falsa modestia, simplemente no me he tomado el esfuerzo de aprender por pura pereza, mi inseparable amiga de la que ya os he hablado otras veces. Y conste que lo he intentado, incluso he llegado a hacer un curso intensivo, pero siempre acaban superándome tantos conceptos técnicos: distancia focal, apertura, lentes, balance de blancos, histograma, objetivos y un sinfín de definiciones que una y otra vez se me atragantan y me hacen aparcar “temporalmente” el estudio en detalle de la técnica para tiempos mejores...
 
Sin embargo, para mi sorpresa (y mi suerte), lo que sí ha cambiado sustancialmente es la manera de ver el mundo desde que poseo una cámara, y sobre todo, desde que salgo a menudo con ella. Puedo afirmar sin miedo a equivocarme que ahora observo las cosas desde otra perspectiva, una muy diferente, una que me está permitiendo desde hace un tiempo mirar lo que sucede a mi alrededor de forma distinta, a veces diría que fascinante.
 
No me importa en absoluto seguir haciendo las fotos en automático, qué le voy a hacer. Ya os he comentado que de momento tendrá que ser así, pero eso es completamente secundario cuando lo que sí tengo muy claro cada vez que pulso el botón del disparador de mi cámara es lo que quiero fotografiar y por qué lo quiero hacer. Me pasa incluso a veces que veo las cosas que suceden delante de mí como esas repeticiones a cámara superlenta que nos pone la televisión, y que nos permiten apreciar cada pequeño detalle de ese gol o de ese saque del tenista, y sin embargo, soy consciente de que el ser humano no posee esa capacidad.
 
Y aún mejor, cada vez estoy más convencido que el hecho de no pasar por alto esos pequeños detalles cotidianos forma parte, en mayor o menor medida, de un gran secreto, ese que el historiador cubano Leal Spengler definía como “la capacidad de comprender la inmensidad de las cosas”. Puede sonar un poco a filosofía barata, lo sé, soy el primero que reniego de la misma, y seguramente lo que reflexiono ahora en mi cabeza al tiempo que transcribo en este blog va más allá de lo que puedo explicar con palabras. pero coincidiréis conmigo en que cada uno de esos momentos a simple vista insignificantes que ocurren cada día delante de nuestras narices contienen la esencia de la vida. Ni más ni menos. Ahí no cabe discusión.
 
Lo que viene a continuación son algunas fotos de esos pequeños detalles, de esas personas anónimas y de esos momentos fugaces que no quise dejar escapar. Todos ellos contenían algo diferente, algo que me interesó, había una historia detrás de ellos, y sobre todo, algo único, porque no hay dos instantes iguales, y cada uno que nos perdemos, NO VUELVE A PASAR…
 
No importa si el detalle fue ese pomo de la puerta que os causó especial asombro, ese defecto en la pared que os pareció interesante, un botón del ascensor diferente de los demás, un niño bebiendo agua en una fuente o esa anciana que cuidaba de su nieto en el parque. Ese momento ocurrió, y fuimos testigos de algo único.
 
Se que muchos podéis pensar que en algunas fotografía que comparto hoy con vosotros hay un poso de tristeza, quizás algo de dolor, y estoy plenamente de acuerdo, pero es que la esencia de la vida se compone igualmente de alegría y de pena, de gozo y de dolor. Ya lo decía Andrés Montes, “la vida puede ser maravillosa”. Y es verdad, puede, pero no siempre lo es, pero eso no quiere decir que debamos retirar siempre la mirada de aquello que no nos gusta. Sería un error.
 
Poco más os cuento hoy. No hay técnica en la fotografía que os traigo, sólo mucha pasión y como os digo, un esfuerzo increíble por no dejar pasar nada sin prestarle ese segundo de atención intentarlo captarlo tal y como lo he vivido. Como ocurría en uno de los post anteriores, no se trata de una selección realizada de manera concienzuda, ni son seguramente mis fotos favoritas, pero teniendo miles de ellas, era un ejercicio de locos realizar ese trabajo, así que de nuevo un poco al azar, os dejo diez fotos, diez instantes de vida, diez momentos que no se volverán a repetir y que ocurrieron justo allí, justo delante de mi cámara durante los escasos milisegundos en los que dura la pulsación del disparador…
 









 
 
P.D. A los que pensáis que no sois buenos fotógrafos, a los que creéis que vuestras fotografías no son dignas de mostrarse, a los que sentís vergüenza por compartirlas, recordad que ese encuadre de esa escena en esa precisa milésima de segundo no lo hizo nadie más. Vuestra foto es única, porque cada instante es único e irrepetible. Y cada foto es una historia, o miles de ellas. Por algo se dice que una imagen vale más que mil palabras…