miércoles, 20 de noviembre de 2013

Un fascículo extraordinario


Como dice un buen amigo, la vida es una enorme colección de fascículos, pero al contrario que esas colecciones de los quioscos, en este caso no hay dos capítulos con el mismo número de páginas, ni siquiera se entregan con la misma periodicidad. Me encanta esta definición. Es una colección que podemos hacer tan compleja o tan simple como queramos. Podremos compilar unos pocos episodios hasta el final de nuestra vida, o por el contrario, podremos decidir que sean muchísimos y más cortos. Algunos fascículos podrán ser largos y tortuosos, otros efímeros, pero vitales e intensos. O por el contrario, muchas vidas estarán compuestas de momentos breves y dolorosos, y otros mucho más longevos y felices. Lo que es seguro es que no habrá nunca dos colecciones iguales, y eso, sin duda, es lo maravilloso de esta vida.

Sería difícil decir aquí cuantos fascículos de esa vida escribimos nosotros, y cuantos nos vienen escritos. Entraríamos en un eterno debate sobre quién guía nuestras vidas. Sobre si realmente decidimos, o deciden por nosotros. Sobre el miedo a lo desconocido, sobre el temor a dar pasos fuera de nuestro círculo, sobre tantas y tantas cosas... Y sinceramente, tampoco creo que merezca la pena pasar demasiado tiempo pensando en ello. Cada minuto que pensemos, es un minuto menos que disfrutaremos de lo que pasa a nuestro alrededor. Y os aseguro que, si algo me ha enseñado este blog, es que cada segundo suceden cosas extraordinarias, y si sólo nos centramos en el movimiento de la aguja del reloj, quizás nos perderemos la belleza del reloj en sí mismo. Y aún coincidiendo con muchos en que a veces es frustrante saber que el miedo nos atenaza para escribir ese increíble fascículo que siempre quisimos tener en nuestra colección, hay otros capítulos más sencillos y muy hermosos que podemos ir escribiendo mientras tanto, esta vez sí, nosotros mismos.

Y realizar este blog ha sido para mí, sin duda, un fascículo realmente extraordinario, aunque siendo sincero, no diré sencillo, porque como ya dije hace muchos meses, la maldita pereza y la procrastinación, compañera perenne de mi periplo por la vida, no ha ayudado en demasía a ir cumpliendo con mi cita con la escritura...

A estas alturas me resulta difícil acordarme de cuales eran los objetivos de este blog, pero no pienso volver a leer aquella primera entrada en la que hablaba de ellos, no sólo porque quizás me decepcionaría ver que no se han cumplido, sino porque prefiero ahora pensar en todo lo bueno que me ha proporcionado.

Diré que me ha servido para sentirme mejor, para expresar sentimientos que de otra manera no hubiera podido comunicar, para extraer de mi un inesperado placer por la escritura, para disfrutar como nunca con la fotografía, para observar como nunca antes los pequeños detalles, para recuperar el contacto con viejos y entrañables amigos, para descubrir excelentes personas que han querido compartir conmigo algunos de los fascículos de sus vidas, y también para estar mucho más cerca de mi maravillosa familia.

Soy un tío afortunado, enormemente afortunado. Estoy rodeado de gente extraordinaria, y no puedo evitar sentirme en deuda con todas las personas que me ha acompañado durante esa larga colección de fascículos que ha sido mi vida hasta ahora.

El caso, amigos, es que es hora de escribir nuevos fascículos, y por eso este blog pasa hoy a mejor vida. Qué gozada ha sido compartirlo con vosotros, no lo sabéis bien. Y quien sabe, quizás vuelva con otro blog, quizás no, quizás encuentre nuevas formas de expresar lo que siento, lo que veo, lo que respiro… y compartirlo con vosotros, y espero que para entonces sigáis ahí.

 

Sed felices, y si podéis, hacedme un favor: haced un poco felices a los que tenéis alrededor, no cuesta tanto.

 

Isra&Jim, Jim&Isra, tanto monta, monta tanto…