miércoles, 9 de enero de 2013

Los nueve de Oporto


Guardo en ese intrincado disco duro que es la memoria multitud de ciudades que me han dejado huella y de las que poco a poco - si el tiempo y la pereza no lo impiden - iré hablando aquí. Londres, Liubliana, Budapest, París, Bruselas, Roma, Amsterdam, Estocolmo, Copenhague, Lisboa, Viena, Estambul, Edimburgo...  y algunas otras que me dejo en el tintero, ocupan todas y cada una de ellas por unas u otras razones un privilegiado rincón en mi memoria, pero como suele ocurrir siempre a la hora de hacer listas de favoritos, uno guarda ineludiblemente un lugar especial para una por encima de todas a la que profesa, casi siempre por motivos personales, un cariño casi inconfesable. Y para mí, ese hueco está ocupado desde hace muchos años por la ciudad de Oporto. Dejadme que os lo explique...

A veces me preguntan cual es el mejor recuerdo que guardo de mi paso por la universidad, y la cuestión, que a otros hace dudar, a mi me hace sonreir porque no es nada difícil, y estoy seguro además que los otros ocho protagonistas de esta historia tampoco dudarían, porque si hay un momento grabado en mis neuronas de esos (muchos) años en la "uni", es sin duda el viaje que hicimos a Oporto aquel grandísimo y mítico equipo de baloncesto de la ETSII de Valladolid.
 
Aquella sí que fue una aventura. ¡Qué recuerdos! Es difícil saber exáctamente dónde y cómo comienza una historia mil veces contada en cenas y reuniones de amigos desde aquel mes de noviembre de 1997. La hemos narrado tantísimas veces que con el paso del tiempo seguramente hemos ido agrandando y seguramente desvirtuando aquella pequeña locura, pero básica y muy resumidamente diré que la Universidad de Oporto organizó y nos invitó a un torneo internacional de baloncesto de un sólo día de duración (el típico torneo formato maratón en el que se juegan 4 ó 5 partidos en tan solo 12 horas), y ni cortos ni perezosos, allí nos plantamos durante... ¡¡4 días!!
 
Tras muchísimas horas de incómodo autobús y un transbordo en Salamanca, llegamos con un "pequeño" adelanto horario respecto a lo acordado, consecuencia de otro "pequeño" malentendido (el portugués no es tan fácil como parece...). Allí no estaba ni el apuntador para recibirnos, y empezamos a pensar si aquello no habría sido una tomadura de pelo. Después de unos minutos de incertidumbre, todo se aclaró mediante una llamada de teléfono, y pocas horas después nuestros anfitriones nos llevaban a nuestro alojamiento en una desvencijada furgoneta conducida por un piloto suicida. Y efectivamente, allí estaba la "Pensión dos Aliados" junto a la plaza del mismo nombre. Nueve tíos durmiendo en 2 habitaciones. El panorama era el siguiente: Te podía tocar dormir en el sofá, en una cama pequeña, en la alfombra, en el sillón, o compartir cama de matrimonio con otro compañero. La noche prometía...
 

Los nueve de Oporto: (de izda a dcha) Manu, Tony, Javi, Isra, Sergio, Marcos, Tico, Toñín, Dani.

 
Aquella primera noche en la que descansamos poco, surgió lo que a la postre sería el desencadenante de esta divertida historia. Las confusiones del idioma probablemente ayudaron, pero algo de alcohol seguramente contribuyó también a liar todo un poco más. Es difícil explicar cómo se produjo aquella conversación nocturna en un bar con los organizadores del torneo, y no estoy seguro de poder reproducirla aquí, ya que existen diferentes versiones según las copas que se hubieran tomado aquella noche, pero sus consecuencias fueron que al día siguiente de nuestra llegada, en lugar de dedicarnos a conocer Oporto como era nuestro plan (el torneo era el segundo día), nos habíamos apuntado repentinamente a otro torneo de... ¡¡BALONMANO!! 
 
Pero como buenos españoles, "a lo hecho pecho", y allí estábamos a la mañana siguiente algo resacosos pero dispuestos a jugar el primer partido de balonmano de nuestra vida (admito haber jugado algo con 12 años pero ni lo recordaba...) sin ni siquiera conocer las reglas, pero sin ningún tipo de complejo. Antes de seguir escribiendo, haré un pequeño inciso para decir que quizás los que no conozcan muy bien estos dos deportes, balonmano y baloncesto, quizás no acaben de encontrar el sentido a algunos comentarios de aquí en adelante, pero que no se preocupen, al final lo que cuenta es la historia en sí misma.
 
Aquél primer partido fue realmente un espectáculo circense. Salimos al campo con unos petos que nos había dejado la organización, ya que evidentemente no teníamos camisetas de balonmano, sólo de basket y ya estábamos haciendo bastante el ridículo como para salir en camisetas de tirantes... Allí estábamos un grupo de tiarrones enormes con nuestras gigantescas botas de baloncesto, absolutamente inadecuadas para aquel deporte, mientras el equipo contrario desde su banquillo no daba crédito a lo que veía. Nuestro portero (voluntario, todo hay que decirlo), salió al campo con la parte de arriba del pijama disimulada con una camiseta encima, que era lo que más se asemejaba a una equipación de guardameta, por no hablar de las explicaciones del portero rival sobre cómo colocarse cierta protección en cierta parte, momento absolutamente hilarante cuando se cuenta esta historia con unos vinitos encima. Y el resto, pues con el desconocimiento sobre los menesteres de este deporte nos repartimos las posiciones en el campo como pudimos, lo que vino a resultar en una pequeña locura que acabó con nuestro jugador más alto, rozando casi los dos metros de altura, jugando de extremo...
 

De izda a dcha y de arriba a abajo: Toño, Javi, Dani, Sergio, Isra, Tony, Tico, Marcos y Manu.
Campeones del Torneo de Balonmano y del Torneo de Baloncesto Oporto. Nov.1997
 
 
Y comenzó el partido. Nuestro base se pasaba el balón por debajo de las piernas. Infracción. No sabíamos sacar correctamente de banda. Infracción. Hacíamos constantemente dobles. Infracción. Hacíamos cambios sin esperar a que saliera el compañero ni avisar al árbitro. Infracción. Aquello se ponía realmente cuesta arriba...

Aquel primer partido - que evidentemente perdimos - nos sirvió para entender lo que para nosotros sería a la postre la regla básica y la clave para poder afrontar el torneo: Se podía agarrar, sujetar, abrazar al contrario (y no con ánimo de entablar amistad...), y todo ello, sin que te eliminaran por 5 faltas.
 
Aquello era simplemente fantástico y todos lo vimos muy claro. A partir de aquél partido nuestra estrategia cambió por completo. Con una media de edad rondando los 24, una altura media que casi superaba el 1,90m, y seguramente en nuestro mejor momento físico (en este momento de la narración se nota claramente que me he venido arriba), decidimos hacer defensa individual en todo el campo. Si un jugador se acercaba demasiado, le agarrábamos. Si corría demasiado, le sujetábamos. Si parecía que se escabapa para tirar, le abrazábamos. Eso sí, cada oveja con su pareja... Y después, a correr (porque podrían ser mejores, pero no iban a correr más que nosotros). No recuerdo que hiciéramos más de dos o tres ataques estáticos por partido... Una auténtica paranoia transitoria que desconcertó a todos y cada uno de los siguientes rivales, que nunca se habían enfrentado a algo que desafiaba por completo la lógica de ese deporte. 
 
Y así fue hasta el último partido, en el que sorprendentemente y contra todo pronóstico, el equipo que había venido a jugar el torneo de baloncesto, se proclamaba campeón del torneo de balonmano ante la incredulidad de los allí presentes, público y organizadores, y nuestro jolgorio y fiesta final recorriendo todo el pabellón haciendo la conga...

Afortunadamente no todo fue deporte, y aunque no hubo demasiado tiempo, hago aquí otro breve receso para contaros que pudimos disfrutar de una de las ciudades europeas con más encanto. Las hermosas vistas desde Vila Nova de Gaia del casco antiguo de Oporto (Patrimonio de la Humanidad), la Catedral y las callejuelas que bajaban hasta el río Duero, el centenario e inconfundible puente de Luis I, el mosaico de colores de los edificios mostrando el encanto de sus desconchadas fachadas.




 
 
En fin, ya os digo que turismo poco, pero al menos os dejo arriba unas cuantas fotos que hicimos en aquel viaje (se nota la antigüedad, ¿verdad?...). Por fortuna, he de decir que pude volver varias veces y descubrí otras muchas maravillas de la ciudad como por ejemplo la Librería Lello e Irmao, considerada por muchos la librería más bella de Europa. Ahí va una foto que no deja lugar a dudas (en este caso no es mía, la he birlado de internet...).




Volviendo al tema que nos ocupa, y para ir finalizando la historia de hoy, al día siguiente tuvo lugar el torneo de baloncesto, y aunque estábamos bastante doloridos del día anterior, no hace falta decir a estas alturas que también lo ganamos, que es a lo que realmente íbamos allí, lo que nos convirtió por unas horas en los pequeños ídolos locales, con parte del público portugués coreando "que viva España"... Es justo decir aquí que fue bastante más complicado ganar aquel torneo de baloncesto que el de balonmano ganado el día anterior. Cosas de la vida. No voy a contar nada más de aquella final, para no aburrir al lector, pero sí quiero citar aquella conversación a pocos segundos de finalizar el partido cuando uno de los rivales se dirigió a nuestro capitán Tony:
 
- Es que nos faltaban tres jugadores - le soltó bastante molesto y picado el capitán rival del INEF de Oporto.
 
- Y os sobraban otros tres - le respondió con evidente ironía el gran Tony.



Nada más por hoy, sed felices.


 
P.D. Os decía al principio que se trataba del Torneo "Internacional" de Oporto. Bueno, para ser sinceros os diré que si no llegamos a ir, ambos torneos se hubieran quedado en "Nacionales"... ;-)